“El amor no se busca, se cultiva con la paciencia de un antiguo roble.”

El enamoramiento, a menudo idealizado como un encuentro fortuito, es en realidad un proceso de crecimiento que requiere tiempo, cuidado y perseverancia.

Visualiza un roble majestuoso. No se alza en un solo día; sus raíces se hunden profundamente en la tierra, sus ramas se extienden gradualmente hacia el cielo, soportando tormentas y estaciones cambiantes.

Así es el afecto: se fortalece con las experiencias compartidas, con la empatía demostrada y con la decisión consciente de nutrir la relación. La paciencia es la tierra fértil donde el cariño genuino echas raíces firmes.