“El amor es el latido silencioso que nutre el alma.”

El amor, en su manifestación más pura, no necesita de grandes gestos ni de estruendosas declaraciones. Es ese impulso interno, esa energía vital que, como una corriente subterránea, irriga los rincones más profundos de nuestro ser, permitiendo que el espíritu florezca y se expanda.

Imagina un jardín en pleno invierno, aparentemente inerte. Bajo la escarcha, las raíces, invisibles pero activas, reciben un sustento silencioso que las mantiene vivas, preparándolas para la primavera. Así es el afecto genuino; un constante y discreto alimento para el alma, que nos fortalece desde dentro.