“El afecto es el ancla que frena la deriva del alma; la pasión, el viento que la impulsa a nuevas costas.”

Esta frase establece una dualidad entre la estabilidad del afecto y el impulso de la pasión, ambos necesarios para un viaje vital equilibrado.

El alma, como un navío, puede verse arrastrada por las corrientes de la vida. El afecto proporciona un punto de arraigo, una seguridad que evita que se pierda en la inmensidad. La pasión, por otro lado, es la fuerza que la impulsa a explorar, a descubrir nuevos horizontes, a experimentar la emoción de la travesía.