“Amar es ser el faro en la niebla del otro, sin esperar que la tormenta amaine por completo.”

Esta metáfora resalta la naturaleza incondicional del amor. No se trata de esperar a que las circunstancias sean perfectas o a que el otro supere sus dificultades para ofrecer nuestro apoyo, sino de ser una presencia constante y guía.

Imagina navegar en un mar embravecido. El faro no apaga la luz porque haya olas gigantes; su propósito es ser un punto de referencia, una promesa de seguridad. Así es el amor maduro: una luz que se mantiene firme, ofreciendo dirección y esperanza, incluso en los momentos más oscuros de la vida del ser amado.