“El amor es la brújula que apunta siempre al alma gemela, aun en la niebla del desengaño.”

En la travesía de la existencia, a menudo nos encontramos navegando por mares inciertos, donde la visibilidad se reduce y las señales pueden parecer confusas. En esos momentos, el afecto verdadero actúa como un faro inquebrantable.

No se trata solo de la chispa inicial del enamoramiento, sino de un apego profundo que, incluso ante las tormentas de la vida, nos recuerda hacia dónde debemos dirigirnos. Es esa conexión intrínseca que, como una aguja magnética, nos guía sin titubeos hacia la resonancia de nuestra otra mitad, reconfigurando nuestro interior incluso cuando el exterior parece desolado.