“El amor verdadero no pide, comparte su esencia.”

La esencia del amor no reside en la posesión o la exigencia, sino en la generosidad de compartir lo que uno es. Es una entrega voluntaria, un fluir constante sin esperar un retorno inmediato.

Este afecto, lejos de imponer condiciones, se manifiesta en la mutua entrega. Piensa en cómo el sol comparte su luz sin pedir nada a cambio; así es el amor que enriquece, que nutre desde la abundancia y no desde la carencia.