“El amor no se mide por la intensidad de los fuegos artificiales, sino por la constancia de la luz interna.”

La verdadera medida del amor reside en su perdurabilidad y en la calma que ilumina nuestras vidas, más allá de los momentos efímeros de euforia.

No se trata de un espectáculo deslumbrante y pasajero, como una lluvia de chispas que pronto se desvanece. Es, más bien, la brasa cálida y constante que, incluso en la penumbra, nos ofrece calor y orientación, un apego sereno que nos sostiene día a día.