“El afecto sincero es el bálsamo que cura las heridas del alma sin dejar cicatriz.”

El afecto se describe aquí como un agente sanador, cuya pureza elimina cualquier rastro de dolor.

Piensa en un ungüento celestial que, al aplicarse sobre una herida profunda, no solo la cierra, sino que regenera la piel a su estado original, sin marcas. El afecto genuino, ofrecido sin segundas intenciones, tiene esta capacidad regenerativa.

Es la empatía manifestada, la comprensión que disuelve el rencor, permitiendo que el espíritu sane completamente y recupere su vitalidad.