“Amar es desarmar la propia fortaleza y ofrecer el corazón como escudo ajeno.”

Aquí, el amor se presenta como un acto de profunda vulnerabilidad y generosidad radical.

Todos construimos nuestras defensas emocionales, muros para protegernos del dolor o del rechazo. Sin embargo, cuando amamos de verdad, tendemos un puente sobre esos fosos. Ofrecemos nuestro corazón, desnudo y expuesto, no como un blanco fácil, sino como un refugio para el otro, un lugar donde pueda sentirse seguro y amparado.

Es este despojamiento voluntario, este acto de confiar plenamente en alguien, lo que permite que el afecto florezca en su máxima expresión, demostrando que la verdadera fuerza reside en la apertura, no en la armadura.