“Donde la devoción florece, el amor planta raíces que desafían la tempestad.”

La devoción, entendida como un compromiso profundo y constante, es la savia que nutre al amor.

Es como el árbol antiguo en la cima de una montaña; sus raíces se aferran a la tierra con tal fuerza que resisten los vientos más salvajes y las lluvias torrenciales. Este apego no es una atadura, sino un ancla que permite al amor mantenerse firme ante las adversidades, ofreciendo sombra y seguridad incluso en los momentos más oscuros.