“Donde la <strong>devoción</strong> es constante, el amor se arraiga y florece como un roble eterno.”

Se compara la constancia de la devoción con la fortaleza y longevidad de un árbol.

El roble, con sus raíces profundas y su tronco robusto, resiste el paso del tiempo y las inclemencias. De igual manera, la devoción constante nutre el afecto, permitiendo que el amor eche raíces profundas y crezca fuerte, inmutable ante los cambios, simbolizando un vínculo duradero.