“Donde florece la devoción, la adversidad se convierte en un jardín de oportunidades.”

Cuando nuestro apego hacia algo o alguien es profundo, incluso los desafíos más duros pierden su filo amenazante. La devoción no ciega, sino que agudiza la percepción, permitiéndonos encontrar resiliencia y crecimiento en las situaciones que otros considerarían insuperables. Es como un rosal que, a pesar de las espinas, insiste en regalarnos su fragancia y belleza.