“Donde florece la ternura, se anclan los corazones más fuertes.”

La fuerza del amor no reside en la agresividad o la posesión, sino en la delicadeza del cariño. Cuando nutrimos a otro con ternura, creamos un vínculo tan resistente como las raíces de un árbol antiguo, capaz de soportar las tormentas de la vida.

Es el gesto suave, la palabra amable, el cuidado constante, lo que construye una base inquebrantable. Piensa en un jardín donde cada flor delicada, cuidada con esmero, se convierte en parte de un ecosistema vibrante y resiliente. El afecto es el abono que permite que la pasión se arraigue con firmeza.