“En el jardín del afecto, cada gesto de ternura es una semilla que florece en confianza.”

El afecto, cultivado con la diligencia de un jardinero, necesita de actos constantes de dulzura para arraigar profundamente. Cada palabra amable, cada mirada comprensiva, es un pequeño grano de vida que, al ser nutrido, se convierte en un árbol frondoso de seguridad.

Piensa en la primera flor que brota en primavera tras un largo invierno. Su delicadeza no es debilidad, sino la promesa de la abundancia que vendrá. Del mismo modo, un simple acto de bondad puede ser el preludio de una relación sólida y duradera.

El amor entendido como un ecosistema viviente, donde cada cuidado es un nutriente esencial que permite que la flora de la intimidad crezca y se expanda, ofreciendo un refugio seguro.