“El amor es el arte de ver lo divino en la imperfección humana.”

Amar implica una percepción elevada, capaz de discernir lo sublime incluso en las falibilidades inherentes a la condición humana. No se trata de idealizar, sino de reconocer la divinidad que reside en la autenticidad, con todas sus grietas.

Imagina a un coleccionista de arte que valora una pieza no solo por su perfección técnica, sino también por las marcas del tiempo que cuentan su historia. El amor nos enseña a ver esas "marcas del tiempo" en las personas, no como defectos, sino como parte integral de su belleza, reconociendo la chispa divina que las hace únicas y dignas de adoración.