“Nuestros afectos son constelaciones, brillantes en la inmensidad de la vida.”

Esta metáfora celestial compara los vínculos amorosos con agrupaciones de estrellas, destacando su belleza, su durabilidad y su capacidad para guiar en la oscuridad. El cariño se convierte en puntos de luz que iluminan nuestro camino.

Piensa en la bóveda celeste, donde cada estrella, por pequeña que sea, contribuye al espectáculo. De igual manera, cada acto de amor, cada muestra de afecto, suma al brillo de nuestra propia constelación personal. La pasión es la energía que las mantiene encendidas.

El enamoramiento es el descubrimiento de esas estrellas, y la devoción, el compromiso de mantener su luz visible a través del tiempo, creando un apego que perdura.