“La dulzura del afecto es el néctar que endulza las horas del día.”

El simple gesto de dar y recibir afecto, esa corriente cálida que fluye entre personas, tiene el poder de transformar los momentos mundos y ordinarios en experiencias significativas.

Es como el néctar que las abejas recolectan, transformándolo en miel. El afecto compartido, en sus múltiples formas, endulza nuestra existencia, aportando alegría, consuelo y un sentido de conexión que ilumina incluso las tareas más cotidianas. Es la esencia sutil pero poderosa que hace la vida más gratificante.