“Navegamos el mar de la vida, y el amor es la brújula que apunta al hogar del corazón.”

En la vastedad de la existencia, a menudo nos sentimos a la deriva, buscando un sentido, un anclaje.

El amor, esa fuerza motriz que trasciende lo físico, actúa como nuestra orientación esencial. No es un destino, sino la dirección constante hacia donde nuestro ser anhela regresar, ese lugar seguro en el pecho de otro.

Es como un marinero que, ante la tormenta, confía en su sextante para encontrar el puerto, sabiendo que el verdadero refugio no es la tierra, sino la persona que espera.