“La devoción es el acto de ver la divinidad en la fragilidad humana.”

Este profundo afecto permite reconocer la chispa sagrada incluso en las imperfecciones, en las vulnerabilidades. Es una mirada que va más allá de lo aparente, hallando lo sublime.

Es la entrega total, no ciega, sino consciente de la dualidad humana, aceptando y amando todas sus facetas, como quien venera un templo en su totalidad.