“En el jardín del alma, el amor es la semilla que florece en valentía.”

El enamoramiento, en su esencia más pura, no solo une dos corazones, sino que también cultiva la audacia en el nuestro. Es la fe que nos impulsa a cruzar puentes invisibles, a defender aquello que amamos, incluso cuando el camino se torna incierto.

Piensa en el explorador que, impulsado por la devoción a un ideal, se aventura en lo desconocido. Ese mismo espíritu de conquista reside en cada acto de amor verdadero. Nos dota de la fuerza para ser vulnerables, para arriesgar la herida por la promesa de una conexión más profunda. El cariño se convierte en el abono que nutre esta nueva fortaleza interior.