“Donde reside el amor, el tiempo se diluye como azúcar en agua tibia.”

El amor tiene el poder de distorsionar nuestra percepción del tiempo. Cuando estamos inmersos en un sentimiento genuino de cariño y devoción, las horas se desvanecen sin que apenas nos demos cuenta.

Ese momento compartido, esa conexión profunda, hace que la espera parezca instantánea y la rutina se vuelva un oasis. Es la alquimia del afecto que transforma la cronología en una experiencia subjetiva, donde cada instante junto al ser amado se siente eterno y, a la vez, fugaz.