“Donde el apego se vuelve abrazo, nace la verdadera resonancia.”

El apego, en su forma más elemental, puede ser posesivo o condicional. Sin embargo, cuando ese lazo evoluciona hacia un abrazo genuino, se transforma en una conexión profunda y mutuamente enriquecedora.

Este abrazo no es solo físico, sino también emocional y espiritual. Es la aceptación incondicional, el soporte constante que permite que dos almas vibren en la misma frecuencia, creando una armonía que trasciende las palabras.